Cracovia – 22/06/2011

Nos volvimos a levantar temprano para tomar un micro, esta vez atravesaría de sur a norte todo Eslovaquia para unir Budapest con Cracovia. Jamas hubiera esperado un paisaje tan bonito de Eslovaquia, no se por qué, pero es así, las montañas y los valles van pasándose la posta a la hora de deleitar a nuestros ojos.
Llegamos a Polonia y estaba feliz, estábamos conociendo un nuevo país. Por la ventana las granjeros preparaban las bolas de fardo para el invierno con un rastrillo y una trincheta a unos 40ºC, semanas más tarde nos contaría cómo son preparados en Alemania. Un tractor corta el pasto lo empaca y lo dispara para acomodarlo dentro de un acoplado que lleva.
Caminamos hasta el hostel, no sin antes preguntar varias veces a las simpáticas personas. Allí conocimos a unos argentinos, lo suficientemente poco agrandados como para que pudiésemos tolerar su compañía, aunque luego nos daríamos cuenta que estaban disimulando y el poco se esfumó.
Salimos a hacer un tour, en este caso, del barrio judío. Por demás interesante teniendo en cuenta que a menos de 50 kms se encontraba el campo de concentración más grande que tuvieron los nazis. El recorrido duró unas 3 ó 4 horas. Nos contaron bastantes historias, pero la que más me llamó la atención fue la que nos contaron en la puerta de la fábrica del «Héroe» Oscar Schindler. A este personaje yo lo consideré siempre un traidor, más que nada para generar polémica. De todas formas creo que me quedé corto, ya que el guía lo nombró mujeriego, vago, traidor, nazi y no me acuerdo cuantos otros adjetivos utilizó. Resulta que este buen hombre lo único que quería hacer lograr era tener una empresa más exitosa que su padre, que lo conseguiría a base de esclavos proveídos por los nazis. Cuando el ejército rojo movió su fábrica con el simple objetivo de salvarse a si mismo, sin importar a que prisionera salvase. Al acabar la guerra cambió su nombre y viajó a Argentina, donde puso una granja con su mujer. Un general nazi que nunca había trabajado, no logró conseguir mucho de allí y dejó a su mujer en nuestro país con la promesa de que volvería a Europa a conseguir fondos de las familias que el había salvado. Volvió, consiguió el dinero, pero nunca regresó. La mujer viviría en la pobreza toda su vida y la única despedida que tuvo fue gracias a Spielberg que la dejó ser la última que visita su tumba en la película que dirigió. Más mitos gracias a nuestros amigos de Holliwood.
Por la noche fuimos a comer algo parecido a una pizza, pero muy distinto, tradicional en Polonia, y volvimos rápidamente ya que estábamos exhaustos.
Al día siguiente fuimos a Auschwitz, pero eso lo pueden ver en otra publicación. Al volver nos hicimos amigos de un chico francés y de otro inglés, fuimos a bailar y la pasamos excelente.
A dormir apuraditos que nos esperaba un día de viaje para llega a ¡Praga!
Marcar el enlace permanente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *