Bangkok (08/10/2011 – 16/10/2011)

Eran, bueno no se que era sería ni tampoco de dónde, allí estábamos en nuestro avión, un viaje Intercontinental si es que Moscú se considera parte de Asia, pensando dónde serían las inundaciones tailandesas, si bien había asegurado que no eran a donde íbamos, la verdad es que no estábamos ni enterado de tal desastre. Podría ser en el norte, sur, o en la misma Bangkok. No importaba, no podíamos hacer nada hasta no llegar, dormimos, almorzamos, dormimos, llegamos, a Rusia, destino que había sido eliminado hasta de ser considerado por las exigenias a la hora de otorgar visas, y como ya estábamos cansado de esos problemas, no fue considerado aunque nos hubiese encantado recorrerla en su inmensidad, tendríamos dos horas de escala para lamentarnos no haber averiguado antes de tomar las decisiones, ya que Argentina tiene un convenio bilateral con este país y no la ausencia de visa es mutua. El avión que había salido demorado, llegó demorado, la hora, era una más de la que esperábamos, y sólo teniamos unos 50 minutos para subirnos a nuestro próximo avión, corrimos para esperar, nos subimos, dormimos, cenamos, dormimos, desayunamos, dormimos, llegamos. Desde el avión ya se veían algunas calles inundadas, la lluvia copiosa se estrellaba en la diminuta ventanilla que nos hacía sentir que no estábamos en una lata de sardinas y el miedo cobró más intensidad.

Luego de hacer los trámites de migración, nos informamos cómo llegar a nuestro hotel,y como no parecía haber alternativa, tomamos el taxi, las calles inundadas nos sacaban del asombro de las deidades doradas que se erigían cada 50 metros en la autopista. A medida que nos fuimos alejando del aeropuerto las figuras fueron desapareciendo así como las calles inundadas. Casi una hora después estábamos en nuestro hotel, no había inundaciones en la ciudad y teníamos dos objetivos, o mejor dicho tres, dormir, comer, informarnos, en ese orden.

Luego de haber recuperado muchísimas horas de sueño, que en los próximos días acumularíamos, salimos a caminar en busca de algo para cenar. No teníamos mucha idea de dónde estábamos, la gente del hotel no hablaba casi nada inglés y sólo recordábamos los consejos de comer en los puestos callejeros, así fue que salimos a la calle con muchísima incertidumbre mezclada con las ansias por descubrir. Ese día comimos arroz con pollo y un pichito de carne, no era cuestión de andar preguntando de dónde provenía. Todo por un euro.

Si bien nos habían advertido del calor sofocante de la ciudad y de su humedad, jamás lo habíamos imaginado así, o quizás lo habíamos subestimado, pensando en la humedad porteña, «lo que mata e’la humedá». Bueno, después de esto, creo que voy a considerar a Buenos Aires como una ciudad de clima extremadamente seco. Volver al hotel seco era algo impensado y realmente se sentía el agua cuando se respiraba, lo que hacía que caminar fue realmente cansador y siempre tuviésemos una botella de agua lista en la mochila.

Habíamos descansado y cenado, era la hora de buscar que sucedía con las inundaciones, en la televisión los noticieros tailandeses no dejaban de mostrar imágenes sobre las mismas, era hora de encontrarles una ubicación. Así fue que nos enteramos que se encontraban unos 100 kilómetros al norte en la antigua capital del imperio, lugar recomendado si se va a estar más de tres días en la ciudad como era nuestro caso. Pero el agua estaba en algo que parecía ser más de dos metros. Ahora surgían nuevas preguntas, ¿Llegarían a la ciudad? ¿Cuándo? Parecía ser que sí, y para el próximo fin de semana. Teníamos nuestro próximo y último vuelo por un largo tiempo para el domingo, estábamos a salvo, pero solo por un tiempo, teníamos qué pensar que hacer. La opción que tomamos, fue ir al aeropuerto el viernes y pasar viernes y sábado allí, refugiados, al momento de escribir estas líneas no sabemos si fue la mejor decisión.

Pero nuestro paseo por la capital tailandesa no fueron sólo preocupaciones, el domingo visitamos el mercado de Chatuchak, donde los precios están preparados para ser regateados y la primer contra oferta tiene que ser un décimo de los mismos para acordar a la mitad de ellos. Allí se encontraban polleras de jean «Levi’s» a 2.5 euros, con lo que estimamos que se podrían comprar a menos de dos. Como siempre llegamos a la conclusión de que nada vale lo que cuesta, ya que esa misma prenda o cualquier otra cosa podría encontrarse a 100 veces o más ese precio en cualquier shopping. De la misma forma reflexionamos acerca de la cantidad de personas que había allí pero que no irían a un mercado de similares características en su país, como por ejemplo nosotros que no seríamos capaces de ir de compras a La Salada. Salimos del mercado para dirigirnos a todo lo opuesto un mega shopping donde las grandes marcas mundiales estafaban a la gente satisfaciéndola con productos que sólo valen el nivel social que suponen poseerlos. Luego el tercer mercado a visitar era el MBK un shopping del tamaño de 10 Unicenter o unos cuantos «El Corte Inglés», donde el regateo también era moneda de curso legal, y coexistía lo trucho con lo original. Terminamos nuestro recorrido comercial habiendo gastado un euro en dos parches que faltaban a mi colección, uno local y una figurita difícil, Lienchestein, donde nos volvió a surgir la idea de comprar los regalos típicos de cada ciudad en Dealextreme.com.


No podíamos visitar Bangkok y no ir al menos a un templo. Así que allí nos dirigimos una tarde, aun nos sorprenden, y en la imaginación el dorado y el brillo opacan cualquier otro recuerdo, budas monumentales ocupan lo que sería un altar y los detalles inundan los muros mientras las alfombras acarician nuestros pies, ya que esta prohibido entrar con calzado. Y aquí aparece la primer decepción, el poder de la religión se eleva y ostenta ante la pobreza de aquellos quienes le rezan, en busca de trabajo, salud o lo que sea, muchos veces me he preguntado como sería el mundo, si el dinero que se gasta en milagros se invirtiera en investigación o si aquellos que le dedican sus vidas a los dioses pusieran el mismo entusiasmo en la busqueda de curas, formas de producir alimentos, mejorar la calidad de vida, o el acceso igualitario a todos los medios para todos los habitantes del mundo, y me surge una pregunta, ¿habría gente que rezara pidiendo por la salud de algún familiar, habría neceisdad de ello? ¿Existiría la necesidad de aquel que gaste su dinero en una lismona esperando una correspondencia divina para alimentar a sus hijos? Por ahora no lo sabemos, pero mi mayor deseo es que algún día lo sepamos.


En medio de nuestras visitas y deseando que llegase el domingo para ir a un clima seguro se nos planteó la siguiente pregunta, ¿Goza en estos momentos Hanoi, capital vietnamita del mismo? Unas pocas búsquedas en google nos informaron que muy lejos de lo que pensábamos el mismo domingo habría allí un Huracán, Banyan, para aquellos que pregunten su nombre. El miedo volvía a aparecer y la necesidad de replantearse el viaje se hacía presente. Ya teníamos la carta de aprobación de nuestra visa vietnamita (motivo que nos hubiese puesto ansioso si no habrían existido los problemas climatológicos), pero no nos importaba no visitar el país y comenzamos una búsqueda desde cero. Al norte no se podía ir por las inundaciones, en el sur es época de monzones, lluvias breves pero torrenciales durante toda la estación y en el este esta tormenta tropical. Estábamos atrapados y debíamos elegir el peor de los males, seguimos buscando y no encontrábamos respuestas, así que decidimos salir a cenar. Al volver encontramos que la tormenta había bajado su intensidad y que parecía no tocar Hanoi, así que la mejor de las peores, fue venir al aeropuerto donde escondidos en un área VIP a la que supongo que no tenemos acceso esperamos hasta el domingo (unas 30 horas más, ya llevamos 6) deseando que la tormenta se disipe en el mar sin afectar a nadie, ni a nosotros, ese egoista pensamiento que cuando los medios de desinformación no nos quieren distraer con otra cosa y nos muestran estas tragedias que en este caso lleva casi 300 víctimas fatales, solemos decir pobre gente, mientras nos servimos una copa de vino y esperamos el resumen del partido de futbol.

Finalmente, en nuestra estadía visitamos gratuitamente los templos del palacio real e intentamos ir al barrio chino, junto con la Montaña Dorada, pero no pudimos dada la hora en la que quisimos hacerlo. Concluímos nuestra visita, yendo a Khao San Road, un gueto mochilero, donde a los gringos parece no alcanzarles con reinar el mundo sino que también necesitan establecer sus caprichos aunque sea en esta calle, gastando su dinero tomando la misma cerveza que toman en casa, escuchando las mismas canciones que en sus discos sin aventurarse a descubrir lo que el mundo tiene para enseñarles. No se si nosotros lo hemos aprendido o lo aprenderemos, pero en esa calle se encontraban nuestros restaurantes, puestos callejeros, donde el Pad Thai con pollo y huevo, podía encontrarse a un euro si se sabía donde buscar.




Marcar el enlace permanente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *