De nuevo a Tandil, Mi primer viaje a dedo (1° y 2 de septiembre de 2012)

La mochila en la banquina esperando la acción
Entonces el micro arrancó, intenté dormir pero no podía, di un par de vueltas hasta que hice una almohada con mi buso, estiré las piernas en el asiento del coche cama y el sueño me fue ganando, finalmente me quedé dormido, esta nueva aventura estaba llegando a su fin, pero cómo había empezado, como había surgido todo?
 
Un par de semanas atrás, todavía estábamos en Bolivia cuando recibimos la invitación a un evento que hacía mucho esperábamos, Laura Lazzarino y Juan Pablo Villarino darían una charla en el centro cultural Mu sobre sus viajes donde nos contarían sus aventuras, su proyecto educativo y compartirían su forma de ver el mundo con nosotros. Así que ya teníamos planes una vez de regreso en Buenos Aires.
 
Por otra parte Mariana ya tenía planeado su próximo viaje, esta vez iría a Neuquén al cumpleaños de 15 de su prima Rocio, como yo no sabía si iba a tener que viajar o no al momento de comprar el pasaje, me iba a quedar en casa. Como finalmente no tuve que viajar por trabajo ya estaba pensando que haría ese finde, el plan sería ir nuevamente a Tandil, esa parte del mundo donde parece que mi energía vibra en su misma frecuencia. No tenía ganas de ir en auto solo, pense en tren, pero los horarios no me servían, pensé en micro, pero aunque pueda pagar el viaje me rehusaba a esa exageración, finalmente hablé con un amigo e iría con él en auto.
 
El micro avanzaba de regreso a Buenos Aires, estaba cansado, pero feliz, había valido la pena, ahora estaba con ganas de volver a salir a la ruta, esta vez con Maru. Volver y contar lo que había vivido y me había hecho tan feliz. Miré la hora y eran las 3 de la mañana, tenía 3 horas más para dormir. Cerré los ojos y volví a hacerlo.
 
Llegamos al Centro Cultural Mu, compramos una cervecita y nos sentamos en el piso, como si fuéramos unos nenes de jardín de infantes a esperar a que vinieran los grandes a contarnos sobre la vida. Y así fue. Hacía mucho que no me sentía de esa forma, después pensé cuando había sido la última vez que estuve esperando que alguien me contara o enseñara algo con tantas ganas. Cuando somos chicos todo los que nos dicen los adultos nos parece maravilloso, como traído de un mundo mágico, son hazañas que ellos logran con poderes que nosotros no tenemos, pero lamentablemente con el tiempo empezamos a perder esa capacidad de asombro, descubrimos que las hazañas no son más que actos de la vida cotidiana y en lugar de ponernos contentos por tener los poderes que antes mirábamos con deseo, perdemos el interés en ellos. Pero esta vez me volví a sentir así. Habría unas doscientas personas esperando que Laura y Juan comenzaran a hablar. Muchos viajeros atentos a escuchar los que un referente tenía para decirnos. Y la buena onda rondaba en el aire. La charla fue genial, no se bien que contar en realidad porque sería repetir anécdotas que no me pertenecen, pero basta con decir que lo disfruté muchísimo. Recuerdo que Laura estaba hablando cuando en una epifanía supe como tenía que hacer mi viaje. Y sí, con tal inspiración no podía ser de otra manera. Aprovechando que Maru no iba a estar conmigo, intentaría por primera vez viajar a dedo.
 
A las 5 de la mañana me volví a despertar con esa sensación de no saber a donde estar. Miré hacia ambos lados y vi mucha gente, así fue como supe que estaba en el micro, pero dónde estaba el micro, ya habríamos llegado y no me había dado cuenta. Miré la hora y supe que aún faltaba un rato, recordé que no tenía las llaves del trabajo y pensé a dónde iría a dormir hasta que se hiciera la hora de entrar a trabajar, no importaba, lo decidiría más tarde, volví a ponerme el antifaz y antes de volver a pensar otra cosa ya estaba dormido. 
 
Pasaron 10 días entre que lo decidí y mi mochila estuvo esperando en una banquina. Una amiga se sorprendió por el poco tiempo que había pasado entre esos dos momentos, pero los que me conocen sabrán que para mi eso es una eternidad. Comencé a buscar información sobre como viajar a dedo. Ni siquiera sabía que preguntas tenía que hacer. Busqué en internet en algunos sitios especializados, le pregunté a amigos y traté de pensar lo máximo posible sobre que podía pasar. Tengo que admitir que me sentí un poco tonto buscando en internet como hacer dedo, sólo el tiempo diría si valía la pena a no. Cuando tuve todo lo que quería planeado y llegó el día salí a la ruta, con tanta inseguirdad que después de hacer dos cuadras volví a verificar si estaba apagada la hornalla. Lo estaba.
 
El plan consistía en tomar el colectivo 88 que me sacara de buenos aires y bajarme en el peaje de la ruta 3 donde comenzaría realmente la aventura. Caminé hasta la parada y tomé el colectivo. Como no sabía cual tenía que tomar, me subí en el primero que vino, era el servicio normal, por lo que me llevó 3 horas llegar a Cañuelas. Tampoco era el ramal que yo quería por eso al estar entrando en la ciudad decidí bajarme en el mítico «castillo pizza y cerveza a 3,50», sentí en ese lugar una energía especial que llamó a bajarme y salir desde allí, si entraba en la ciudad después tendría que caminar un montón con la mochila para salir a la ruta.
 
Allí en el punto donde la ruta nacional 3 luego de dos curvas se une con la ruta provincial 205, el tránsito era lento y era un buen lugar para empezar. Hacer dedo por primera vez fue como dar un primer beso, los nervios e inseguridad, el miedo a lo desconocido que se une con las ganas y la adrenalina de vivir algo nuevo y lindo. Uno sabe que no hará todo bien, que tendrá que aprender un montón de cosas y que no se está preparado, que quizás haya que mentir para convencer al otro de que acepte y que una vez que se de el primer paso las cosas empezarán a mejorar. Así entonces caminé hasta el punto que me pareció mejor para empezar y extendí mi pulgar con timidez. Pasaron los primeros autos y camiones mientras miraba a sus conductores con una sonrisa. No pasaron ni diez minutos y un camión frenó a unos doscientos metros de donde me encontraba. Fui con mi mochila hasta allí y le pregunté al chófer si podría llevarme, a lo que su respuesta fue que él no habría frenado por mi y que estaba esperando a un compañero. Fue entonces donde empezó a charlar con él para ver si me podría llevar, ya que había un camión allí tenía que aprovechar y jugar mis cartas. Y bueno lo convencí, después de unos 10 minutos de charla estaba en mi primer camión. Comenzamos a charlar y me sentía contento y a la vez nervioso, sobretodo porque había dicho que era marplatense por prejuicio al prejuicio en contra de los porteños. Con Julio, no supe su nombre hasta no bajarme del camión, charlamos sobre montones de temas, y sentía que estaba aprendiendo, podía hablar con las personas y ver que era realmente lo que pensaban sin repetir lo que decían en la tele y darme cuenta por ejemplo que muchos de los camioneros no quieren a Moyano. A medida que pasaba el tiempo cada vez sentía más ganas de empezar a viajar de esa forma donde el viaje se hace más auténtico y el transporte se consigue por un voluntario intercambio de experiencias y no por la obligación de llevar a una persona que tiene un papel que hizo otra persona. El trayecto habrá durado una hora y media, desde Cañuelas a Las Flores, al llegar Julio me dijo que pararía a comer en un puesto y que tenía que seguir solo a partir de allí. Inmediatamente me dieron ganas de ir a ese puesto a comer, pero no quería ser pesado y decidí hacer dedo, si nadie me levantaba antes de que él se fuera iría a cmer, sino seguiría camino. Mientras esperaba una pareja de unos chicos se pusieron a hacer dedo unos metros delante mío, con lo cual tenía que moverme ya que nadie podría llevar a 3 personas, o al menos sería más difícil. Estaba ahí sin saber bien que hacer, cuando un camión le paró a los chicos, me alegré por ellos y por mi, porque ya tendría ese lugar para parar yo. Esperé a que se subieran, pero no lo hicieron sino que lo pararon para mi porque estaba desde antes, intenté decirles que les habían parado a ellos pero se negaron a subir. Así que ahí estaba, en otro camión en menos de 10 minutos de espera y ni siquiera había tenido que pararlo yo mismo. Esta vez iría hasta Rauch. A medida que íbamos avanzando veía la ruta desde un punto de vista distinto, más lento, con otro ángulo, cada vez lo disfrutaba más. Charlamos casi todo el camino y a llegar a Rauch, me dejó a la entrada del pueblo. Pocos autos pasaban por allí, sabía que esa iba a ser la parte más difícil. La ruta es angosta y tiene poco tránsito, esperé un rato, pero todos me indicaban que iban al pueblo, con lo cual después de un rato decidí caminar hasta la salida del pueblo, sin embargo no habré caminado ni 400 metros cuando el último camión me paró. Iba a Tandil así que ya sólo me quedaba esperar para llegar a destino. Con un tiempo de espera promedio de menos de 15 minutos estaba completando mi primer viaje a dedo. Mientras charlaba con el camionero, pensaba en lo bien que lo había pasado y lo bien que había salido todo, estaba súper feliz. Me bajé en la rotonda de entrada a Tandil, ahí llamé a mis amigos Benchy y Leo y me pasaron a buscar en auto. No podía creer que lo había llevado a cabo, estaba contento por todo lo que había aprendido y vivido, por la buena onda de la gente, la que me llevó, la que me dejó subir, la que me había aconsejado.
 
Parecía que habían pasado 5 minutos desde que me había quedado dormido por última vez cuando se encendieron las luces del micro, habíamos llegado a Liniers eran las 6.15 de la mañana, tenía muchas ganas de seguir durmiendo y presentía que iba a ser un largo día, me puse la mochila y caminé hasta la estación de trenes, compré mi boleto a Caballito, pero terminé yendo a Castelar a dormir un rato a la casa de mis viejos antes de ir a trabajar.
 
Cuando Leo llegó tenía un montón de cosas para contarles, pero tenía ganas de charlar con ellos, nos fuimos al dique, comimos algo rico y organizamos un asado para la noche. Mientras Leo hacía un par de cosas fui a saludar a mis otros amigos ahora tandilenses, Romina y Gerardo, charlamos un rato y me volví a casa (de Leo). Pasamos un buen rato compartiendo el asado con amigos y el domingo charlamos un poco de la vida tomando unos mates a la orilla del río. Como verán la estadía en Tandil no pasa de una buena charla con amigos que aunque fue genial no tiene mucho para compartirse en este blog. Sino que el propósito no era el destino sino la ruta. El domingo por la noche me volvería en micro ya que tenía que volver el lunes a trabajar. Me despedí con un fuerte abrazo y me subí al micro donde no pude dormirme hasta no usar mi buso como almohada.
 
Cuando llegué al trabajo y conté a mis amigos recibí la respuesta esperada, pero lo que no esperaba fueron dos cosas. Una, la pregunta que me hicieron casi todos, ¿por qué?, ¿Por qué? No tenía ni idea, no sé, tenía ganas de vivir esa experiencia y la disfruté, la pregunta sería por qué es tan raro, acaso el miedo infundido por la sociedad es mayor a nuestras ganas de descubrir y de salir a la ruta donde un crimen sale en los medios como algo novedoso quitándole el lugar a todos los que se cometen en la ciudad pero que ya no son noticia debido a su alta frecuencia, ¿será que estamos acostumbrados a refugiarnos en la cueva del león y tememos pasear entre conejos? Lo otro que me sorprendió fue el apoyo y la buena onda que recibí de amigos de todos lados, rusos, españoles o franceses, amigos que hacía más de 10 años que no hablo o de los que poco contacto he tenido en mi vida. Por eso, como siempre, no puedo dejar de agradecer, porque ese fue el último regalo de este viaje que me hicieron para seguir viendo la buena onda y la bondad que sobra en las personas. Gracias!
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6 comentarios

  1. Felicitaciones! Me hizo recordar a los veranos olavarrienses en las quintas de «los palos de colores» que quedaban tomando la ruta a Loma Negra, entre Olavarria y Loma Negra. Varias veces volviamos a dedo

  2. Genial relato Guillermo, nunca hice un viaje a dedo de los largos! me gustó mucho leerlo y sirve también para saber como es hacer dedo por Buenos Aires!
    Un saludo!! Marcos (www.mefuialagoma.com.ar)

  3. Estoy con ganas de hacer el mismo recorrido para Semana Santa, también iría con el 88 hasta Cañuelas o Monte. Y todo esto me sirve de incentivo, por eso no podía cerrar la pestaña del blog sin comentar. Gracias!

  4. Pingback: Cómo es hacer dedo (autostop) en Nueva Zelanda ~ #KiwiArgentino ~ Infobae.com

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