El recorrido por centro américa llega a su fin (del 28 de noviembre al 8 de diciembre de 2012)

Una de las cosas que más me gustaba cuando me iba de campamento en mis años de Scout activo, eran los campamentos volantes. Pero qué es un campamento volante. Básicamente es un campamento dentro de otro. Haciendo base en algún lugar, dejábamos las mochilas grandes y carpas y salíamos con pocas cosas para hacer un par de noches más lejos de donde estábamos parando. Esta vez me tocaba hacer campamento volante en Guatemala. La base era el hotel de 5 estrellas Clarion a donde había llegado 3 días atrás después de haber dejado El Salvador. El destino era en principio La Antigua.
 
Ruinas de un antiguo templo que inundan la ciudad

Como me rehusaba a pagar los 70 usd que quería cobrarme el taxi por la excurisión de 3 horas decidí salir en transporte público. Lo que no me animé a hacer fue a tomar el bus intraurbano por lo que sí salí en taxi hasta las afueras de la ciudad. De ahí un micro escolar nos llevó hasta la bella ciudad de La Antigua. Esta ciudad es extremadamente turística por lo que es más segura que otras en Guatemala y la gente es tan amable como en cualquiera de ellas. Luego de haber caminado un rato encontré un hotel por unos 60 Quetzales, unos 7.5 usd para pasar la noche, almorcé por un precio igual de económico y salí sin pensarlo dos veces a recorrer toda la ciudad. Primero perdiéndome un poco, luego con un mapa, visitando casi todos los puntos marcados en el mismo.

 
Antigua casa del padre Pedro

La magia y energía que tiene la ciudad es realmente estimulante y a la vuelta de cada esquina parece haber alguna ruina escondiendo una historia que ya no existe. Visité las iglesias y saqué muchas fotos. En una de esas calles que no se distinguen entre sí, encontré un grupo Scout, pero los chicos habían salido por lo que no pude mezclarme con la actividad. Seguí caminando y recorriendo esta bella ciudad hasta encontrar un monasterio, templo que albergaba el cuerpo del Padre Pedro, un Santo, otrora, párroco que había llevado el catolicismo en el siglo XVII a esa ciudad.

 
Así pasé todo el día entre iglesias y ruinas, descansando en alguna plaza. Cuando empezó a oscurecer decidí volver al hotel, comer algo y salir a hacer un recorrido similar  por la noche ya que había visto las luces que iluminarían los distintos edificios, dando un toque totalmente nuevo. Así fue que encontré una procesión inmensa y luego de sacar algunas fotos volví al hotel.
 
El lago Atitlán, bañando las costas de Panajachel

Al otro día me levanté bien temprano, la idea era llegar a Panajachel. Pero muy lejos de lo que yo pensaba no había ningún bus que me llevara directamente, sólo uno para turistas que no había querido reservar. Por lo que llegar a destino me tomó unas 3 horas (el de turista tarda 2.5) pero 4 tramos distintos, siendo el único no local en todos ellos. En uno de los recorrido pude charlar con alguno de los locales, indígenas descendientes de los mayas que tienen su propia lengua y usan vestimentas sumamente coloridas y muy pintorescas.

 
Cuando finalmente llegué a la ciudad caminé hasta el lago que brinda un espectáculo maravilloso. El lago reposa a los pies de 3 enormes volcanes y un cielo celeste se refleja en sus tranquilas aguas. Después de caminar un rato y no haber encontrado algún barco colectivo que me llevara a pasear, decidí que lo mejor era sentarme en un restaurante a la orilla del lago a disfrutar del paisaje tomando una gaseosa fresca. Así pasé la tarde deslumbrándome con la naturaleza sólo interrumpido por la guitarra de una chica luxemburgués y un chico mexicano que hacía años habían dejado la vida de ciudad y ahora eran otros de tantos nómades que abundan en el mundo.

Algunas lanchas descansan luego del paseo por el lago

Emprendí la vuelta a las 4 de la tarde tomando, esta vez, un transfer para turistas lleno de europeos y estadounidenses. Esto principalmente porque como tenía varias horas de viajes no llegaría en transporte público antes de que anochezca y no quería quedarme varado en alguna ciudad intermedia, ya que al día siguiente tenía que volver al trabajo. No sin algunas preocupaciones por el intercambio de transfer llegué finalmente a la ciudad. Me duché y cambié para estar acorde a las circunstancias y cené en la habitación del hotel.

El resto de los días en la ciudad de Guatemala fueron bastantes parecidos, yendo a trabajar y paseando un rato por la tarde en los alrededores del hotel. Finalmente llegó el momento de partir rumbo a Tegucigalpa, ciudad que estaba deseoso de conocer, pero que por motivos de seguridad quedó simplemente en un deseo. Si bien me había subido a un auto desconocido en San Salvador, ahora el instinto me decía que no tenía que salir la estadía se basó principalmente en descansar en los hoteles y dedicarme a escribir. Si no hubiera sido por la buena onda de los compañeros de trabajo que me llevaron a lugares típicos, a los que van ellos, no a los que son típicos pero vamos únicamente los turistas, no podría decir que conozco Honduras, pero gracias al tiempo que pasé con ellos, las historias que me contaron y las comidas que me llevaron a probar, tengo en mi mente y corazón un grato recuerdo de este país.

Cuando el trabajo estuvo concluído llegó el momento de volver a casa. Me esperaba otra escala en San Salvador donde pasaría tan sólo horas en un hotel a minutos del aeropuerto para al día siguiente volar finalmente a casa. Así tan espontáneamente como había surgido, el recorrido por centro américa llegaba a su fin. Estaba volviendo a Buenos Aires para pasar las fiestas y empezar los preparativos para la mudanza previa a nuestro próximo gran viaje.

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