Interlaken (12/02/2011)

Interlaken es un pueblo en el que creo que uno jamás se podría cansar de visitar. Recordaba que era una de las ciudades, o mejor dicho lugares, que más me había gustado la otra vez. Con un paisaje, al que el sur argentino no tiene mucho que envidiarle, esta localidad ubicada en el centro de su país y rodeada por lagos y montañas, es uno de los destinos más hermosos de suiza.

El paisaje que uno puede ver en el pueblo ubicado a poco mas de 570 metros sobre el nivel del mar es, simplemente, imponente, en el este y oeste, se encuentran los lagos, mientras que al norte se alzan los alpes y al sur una cadena montañosa de la cual desconozco el nombre. Allí se encuentra el cerro Harder Kulm, haciendo pico a los 1322 metros. Un recorrido a pie de dos horas veinte minutos, nos lleva de su base a la cima. El funicular realiza ese mismo recorrido en 10 minutos por una suma que no recuerdo si era de 10 o 20 francos suizos (el cambio es aproximadamente uno a uno con el dolar, siendo la moneda europea unos centavos más fuerte que la americana). De todos modos el funicular no funciona en invierno, así como tampoco la confitería que funciona en la cima del cerro, razón por las que nos indicaron que no había nada para hacer en esta época del año allí. Sinceramente, aunque se pueda gastar el dinero y mientras el cuerpo lo permita, es altamente recomendable elegir la vía peatonal. Uno va descubriendo como el paisaje va cambiando a la medida que los metros aumentan, atravesando bosques y prados en un camino realmente agotador, pero que satisface con creces las expectativas.
Si la vista que se tiene en la ciudad es imponente, la que nos enseña la cima del cerro Harder Kulm es, deslumbrante, si es que no existe otro adjetivo que refleje aun más su esplendor. El pueblo casi desaparece, atravesado por un pequeño río aparentemente encauzado por la mano del hombre, que comunica los lagos que lo rodean. Finalmente los alpes enmarcan el paisaje confundiendo sus nieves eternas con pequeñas nubes.
Al llegar a la cima, me detuve a mirar la montaña y los lagos. No puedo decir con exactitud cuanto tiempo habré estado de esa forma pero supongo que fue bastante aunque a mi me haya parecido poco. Como la confitería estaba cerrada sólo se encontraban allí aquellos que habían hecho la escalada como un ejercicio. Ellos se fueron yendo lentamente hasta sólo quedar nosotros cuatro. Soledad y Luis se hamacaban en un lugar donde no los veía mientras Leo les sacaba fotos. Mientras tanto yo seguía perdido en el paisaje, y sólo salía del trance, por decirlo de alguna forma, para sacar alguna foto. El clima ese día era óptimo, no se veía ninguna nube y la temperatura bordeaba los 20 ºc según mis cálculos, en una tarde de invierno en la montaña. Simplemente maravilloso. Como dije antes, no se cuánto tiempo habré estado de esa forma pero sentía que allí se podía hablar con la naturaleza, pero mejor aún, escucharla.
Cuando volví a ver a los chicos estaban yendo a tomar unos mates, me despedí por un momento de mi conversación con la montaña, saqué algunas fotos más, y me uní a ellos. Unos ricos mates con un alfajor Havanna, que nos trajo Walter, fueron la frutilla del postre de la montaña.
Finalmente decidimos emprender la vuelta. Nos perdimos por un bosque y salimos un kilómetro alejado desde el punto de subida. Al llegar al auto nos dirigimos a las montañas que antes veíamos a lo lejos. Después de una hora por un camino de montaña llegamos a la base de los cerros donde se practican varios deportes de invierno. Como ya era tarde, la gente estaba volviendo, pero nosotros estábamos yendo. Ya era tarde y no se podía hacer mucho. Pero había nieve y a nosotros nos alcanzaba. Bajamos, sacamos un par de fotos y como ya hacía un grado, después de los casi 20 grades de la otra montaña, nos volvimos.
Para finalizar el dia comimos unos ricos sandwich con una sola rodaja de pan (no teníamos más). En la plaza justo frente a lo que parecía uno de los restaurantes más caros de Interlaken. Mucho Glamour.
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