Roma, Vaticano, Pisa (28/04/11 – 30/04/2011)

Muy inteligentemente creía haber organizado el viaje para no estar en semana santa en roma, que si bien me parecía una experiencia más que interesante, la muchedumbre de fanáticos religiosos (aún más que la imagen musulmana impuesta por el creador de propaganda occidental, estados unidos) iban a impedir el disfrute pleno de esta ciudad, que bastantes cosas hermosas tiene para enseñarnos. Sin embargo no fue así, si bien la semana santa había pasado, lo que venía en ese fin de semana era la canonización de Juan Pablo II, aquel buen hombre que se oponía al uso del preservativo, y, como leí en algún chiste de humor gráfico, ahora que es santo quizás pueda curar el SIDA en áfrica. Esto hizo que la ciudad estuviera repleta, más aún que de costumbre, y una horda de feligreses podía encontrarse en cada esquina, mas si esto no era suficiente, mucho de los lugares de interés permanecerían cerrados durante la celebración.
Llegamos a Roma al mediodía. Nuestro objetivo era visitar la Fontana de Trevi y sus alrededores para luego ir al camping que se encontraba en las afueras de la ciudad. Cuando vimos una estación de metro y un Carrefour entrando en la ciudad no pudimos resistirnos a la tentación de comprar algunos víveres y estacionar nuestro auto para luego tomar el subte. Fue así que compramos un poco de fiambre, pan, salmón ahumado (estaba más barato que el salame más barato) y algunas gaseosas. Con nuestro manjar en la mochila nos dispusimos a darnos nuestro banquete en algún lugar para agasajar tanto a la vista como al gusto. Dado que Roma solo cuenta con 3 líneas de subte, A, B y C (en realidad esta tiene unas pocas estaciones) no fue suerte que no tuviéramos que hacer combinaciones para llegar a la fuente.
Una vez allí nos dispusimos a degustar nuestras exquisiteces. Sin importar qué se coma, ni con quién, mis papás pudieron ver lo que siempre les comentaba. No importa cuanta gente haya en algún lugar, es suficiente que empecemos a armar nuestros «sanguchitos» para que se arme un círculo al rededor nuestro, como si eso los protegiera de alguna enfermedad infecciosa de corto alcance. Es increíble, pero es cierto, la gente mira con desprecio y se aleja de aquellos que nos alimentamos con un sandwich que armamos en el momento, sin embargo no parece molestarse por aquellos que están saboreando un helado, porción de pizza o el mismo sandwich que nosotros pero comprado en algún negocio cercano pagándolo unas 10 veces más que nosotros.
Terminamos de comer, y ahora que necesitábamos el espacio para sacarnos algunas fotos cerca de la fuente, parecíamos habernos curado y ya la gente no sólo se acercaba, sino que nos empujaba para obtener la suya.
Estuvimos un rato en la fuente y volvimos a buscar el auto y luego al camping. La habitación estaba bastante bien pero un tanto abandonada, suficiente como para dormir, por suerte contaba con una heladera, pero no así de una pequeña cocina.
El día siguiente, viernes, contábamos con que el Vaticano no estuviera intransitable debido a la cantidad de personas que allí hubiese. Así fue. Si bien había una cantidad considerable de turistas y fanáticos religiosos, pudimos visitar perfectamente el museo, capilla sixtina y la basílica de San Pedro. Incluso pudimos ver un pequeño museo dedicado a Karol Wojtyla, es decir el ex Papa y futuro santo, más conocido como Juan Pablo II. Aún no sé si es segundo o dos, ya que Benedicto es dieciséis y no decimosexto. Haciendo una pequeña reflexión respecto a este tema, aún me cuesta entender por qué la gente no quiere tanto a este Papa y se obstina en llamarlo Ratzinger. Como si la conexión con Alemania fuera algo negativo, cayendo en una discriminación que no es notada por la sociedad. Será porque tiene la cara arrguada de un pobre viejo y porque muchos se han obstinado en crear una imagen negativa al rededor suyo, como si realmente se tratara del emperador de Star Wars. En mi opinión se trata de un hombre exactamente igual al anterior, designado por otros hombres como el más cercano a dios, cúspide de una jerarquía que pareciera pertenecer a una organización militar más que a una religiosa.
Volviendo a nuestro recorrido por el museo del Vaticano, hay que admitir que las obras allí expuestas son excepcionales, el esplendor y el nivel de detalle es maravilloso y la calidad de las mismas casi sin comparación. Como en otros museos recordaba algunos de los salones y mi deleite era ver la cara de mis papás o Mariana cuando entrábamos a uno nuevo. Por otra parte el museo en sí es una obra impresionante, a veces se hace difícil decidir si mirar la escultura o pintura allí expuesta o las propias paredes del mismo. Sin embargo semejante majestuosidad lo hace a uno pensar cómo es posible que aquellas personas encargadas de difundir la palabra del señor hayan entendido tan desastrosa y repugnantemente mal el mensaje del mismísimo Jesús. No hagáis un negocio en la casa de mi Padre, o similares fueron sus palabras justo antes de destruir un templo prometiendo reconstruirlo en tan sólo 3 días (aunque no se refería a ese templo). Y no, no es que me haya convertido en un fanático religioso ni unido a alguna secta germánica, cada uno puede tener sus propias creencias, pero aquellos que difunden su palabra, aquellos que están en lo más alto de esa pirámide que hablaba anteriormente, aquellos que deberían dar el ejemplo, son los mismos que impusieron el celibato para no perder la propiedad de la iglesia, deberían ser quienes más respeten las enseñanzas de Jesús, mas no sea por evitar su propia idiotez de ir en contra de sus ideales.
Finalizando nuestro recorrido, como el de casi todos los visitantes, llegamos a la Capilla Sixtina, más allá del significado religioso que pueda tener, uno puede imaginar allí al gran pintor Miguel Ángel que bien ha sabido transmitir la inmensidad de la creación o la tragedia del Juicio Final. Uno realmente se conmueve allí y sería capaz de entrar en trance si el grito de «No Fotoooo» no lo interrumpiese. Es que la imbecilidad de algunos es tal que son capaces de cualquier cosa por conseguir una fotografía del sitio, escondiendo las cámaras a la altura de sus cinturas o directamente encuadrando como si de retratar las estrellas se tratara, es así como muchísimos idiotas completamente ausentes de educación alguna intentan conseguir lo que en varios sitios está indicado. Es que tampoco se puede comprender que los motiva a ellos, sacar fotos que se pueden conseguir con sólo 10 segundos en Internet y con calidad apropiada, ya que la falta de luz hace que las fotos salgan movidas u oscuras, con sombras de personas o con los propios brazos del fotógrafo. Peor es el caso de aquellos que agravan su imbecilidad aplicando un flash, cosa que no sólo estropea aún más la fotografía sino la misma obra.
Permanecimos un largo rato, creo, en la capilla, porque uno pareciera perder la noción del tiempo, pero la conciencia y el deseo de visitar obras de igual calidad recuerdan que debemos partir con otro rumbo, esta vez, la basílica de San Pedro.
Aquellos que hayan estado una vez ahí no pueden negar la majestuosidad o, mejor dicho, divinidad de esta iglesia. Y no es que me contradiga, pero como obra arquitectónica y artística, es algo indescriptible. Podría pasar un buen rato intentando hacerlo, buscando adjetivos y alguna que otra vuelta literaria (si es que se me permite usar esa palabra para lo que hago aquí) y no podría hacerlo. Y no es que use este recurso trillado para describir con la ausencia lo que no puedo hacer directamente. Lo primero que uno ve, al entrar, porque anteriormente ya vio el techo, esculturas y puertas en algo que lo que menos parece es un umbral, es La Piedad, inmaculada atrás de una placa de vidrio que refleja las luces de las cámaras que no deberían estar, se aprecia esta obra que sin importar lo bien que esté hecha o quien la haya hecho es conmovedora, María sosteniendo a Jesús aún no resucitado estremece a cualquier madre o hijo. Siguiendo un recorrido marcado tácitamente se recorre la iglesia que sorprende con sus columnas, techo, obras, parroquias (sí parroquias, es común en este tipo de iglesias de una enormidad innecesaria, que uno encuentre diferentes capillas para menos personas, donde se dictan las misas o la gente simplemente reza) pequeñas pero con igual lujo que aquella que las contiene y a su vez embellecen, los cuerpos de los papas mantenidos como si de faraones se trataran. Incluso tuvimos la inmensa suerte de poder observar los restos de San Pedro, ya que las tumbas estaban cerradas y se encontraba abierto el suelo de la catedral que la comunica con la cripta del Santo que le da nombre. Allí a menos de 5 metros de los restos de Pedro, no pude más que arrodillarme y rezar algo, lo que me salió, con lágrimas en mis ojos, es que sinceramente me importa poco la catedral que no representa la grandeza de Dios, sino del hombre como arquitectos e Ingenieros, y aquí no reluce la soberbia, dado que considero que la obra de Dios es mucho mayor que cualquier cosa que pueda hacer jamás el hombre, así como me importa poco el fanatismo que otras personas despierta la fe Católica, sino que me encontraba ante los restos del mejor amigo de Jesús, simplemente eso, con quién había compartido más tiempo aquel hombre que vino a dejar un mensaje y fue muerto por la forma mas violenta en su época, a manos de su propio pueblo, cuyo pecado fue que lo consideraron rey (INRI, Jesús de Nazareth Rey de los Judíos) y no fue reconocido como tal por su propio pueblo que aún lo considera uno entre tantos. Dejando de lado la imagen que posee ambos, ellos fueron hombres, compañeros, amigos, allí se encontraba lo más cercano a Dios en la tierra.
Finalmente decidimos irnos y cruzar la frontera para recorrer un poco la capital de Italia. Hicimos un pequeño recorrido caminando, que incluyó, Piazza Espagna, Piazza dil Popolo (o algo así) y no mucho más. Cuando decidimos volver nos dimos cuenta que el metro A no funcionaba, lo que nos duró muchísimo, eso nos obligó a tomar un taxi para volver con mis viejos al camping.
Debido a la experiencia del día anterior, esta vez decidimos movilizarnos en auto, lo dejamos lo más lejos posible de la ciudad en un estacionamiento, la gente empezaba a aparecer por las calles como si de hormigas en un día soleado después de muchos de lluvia se tratase. El objetivo de ese día era visitar el Coliseo y el Palatino. La cola para entrar al comprar el ticket era inmensa, mi suposición de que la gente estaría rezando fue superada por aquella que pensaba que gente que vendría el fin de semana para estar el domingo en la misa, el sábado recorrería la ciudad. A más o menos una hora de cola, nos ofrecieron hacer una visita guiada, lo que nos permitía saltearnos la fila porque empezaba en pocos minutos. Evitarnos toda esa espera tenía un precio, 5 euros cada uno y venía de regalo con una chica que contaba como funcionaba el Coliseo en sus años mozos.
Todo por el bendito papa, bueno en ese momento todavía no, el palatino ya se había cerrado, pero teníamos la buena noticia de que el ticket nos serviría el lunes. Lamentablemente no íbamos a estar allí y nos quedamos sin foro romano. Terminamos la tarde yendo a Plaza República donde el común denominador de los restaurantes nos sació nuestro terrible hambre. Mis papás se quedaron allí y nosotros fuimos en busca del auto. Unas vueltas en auto, viendo 3 veces el coliseo iluminado en la noche y el monumento a Vittorio Manuelle, fueron nuestras últimas imágenes de la capital Italiana.
Ya en el camping mi viejo nos invitó a cenar en el restaurante que allí se encontraba y concluimos nuestra última noche fuera de Alemania.
El día siguiente nos esperaba con un largo viaje, unas 12 horas continuas, que se alargarían un par más, haciendo una fugaz escala en Pisa, sólo para sacarse la típica postal y luego volver al camino. Al llegar a Suiza nuestra alegría fue grande a pesar del cansancio. Finalmente cuando cruzamos la frontera y entramos en Alemania, cambiamos de conductor y mi vieja hizo los últimos y difíciles 100 km.
Así nuestro viaje de ida y vuelta (no, no es el Hobbit) de norte al sur de Italia en unos 10 días, con muchísimas más anécdotas e historias que acá he contado, con mis viejos y Mariana, había llegado su fin.
Sin embargo la semana siguiente andaríamos por las mismas rutas, ya que en 5 días el destino sería ¡Suiza!
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