Oslo (05/09/2011 – 08/09/2011)

Oslo, capital de Noruega, era nuestro próximo destino, sabíamos que íbamos a ir a una ciudad cara, pero no tanto, inclusive, habíamos hecho mal la conversión del valor de la moneda loca, ya que habíamos comprado coronas con libras británicas, así que los precios que veíamos, tenían casi el mismo valor que el peso argentino. Ahora ver una lata de cerveza 26 pesos no es algo que ayude mucho, sin embargo supimos ingeniárnosla para comprar productos locales y fue así como compramos salmón rosado a 40 pesos el kilo o 400 gramos de camarones escurridos por 32 pesos aproximadamente. En definitiva terminamos gastando unos 120 euros en los 3 días que estuvimos allí, 20 por día por persona, en otra sección que tengo que comenzar a escribir irá un detalle de cuánto salió cada ciudad, en lo que en un momento llamé quemando euros, nuestro recorrido por Londres, Edimburgo, Dublín, Oslo y Estocolmo.

En Oslo nos encontraríamos con Michael, un chico inglés de Manchester, que nos recibió en su nueva casa, dándonos inclusive su único juego de llave, por si queríamos volver a su casa cuando el estuviese trabajando.

El primer día la ciudad nos recibió con un poco de lluvia que no sería nada comparada con la del día siguiente, así que sólo dimos una pequeña vuelta por la ciudad y subimos a la terraza de la ópera, donde se pudo ver gran parte del fiordo de Oslo. Por la misma razón, al otro día, sólo visitamos la galería nacional y tomamos unos mates al refugio de una glorieta con la grata compañía de un pajarito que comía nuestras migas.

El último día se revindicó con el clima, en una hermosa jornada mayormente soleada, cómo si la ciudad nos estuviese dejando una buena impresión mezclada con un perdón por los días anteriores. Pudimos tomar un barco público que recorría los fiordos, al mismo precio que un colectivo, unos 27 pesos por persona, irónicamente muy barato para los costos de la capital noruega. Visitamos el museo Vikingo y cuando el cielo volvió a descargar sus fuerzas en forma de una lluvia agoviante pudimos refugiarnos en el museo nacional, que no lo recorrimos, sino que usamos su lobby para tomar unos mates ante el horror de las ancianas locales que prefirieron quedarse de pie antes de sentarse en frente de los sudamericanos que se estaban drogando allí (porque el mate no es otra cosa ante la vista de los extranjeros, o locales en este caso).

Luego cuando el día mejoró fuimos al parque de las estatuas, sinceramente maravilloso, esculturas representando las diferentes etapas de la vida humana colman un puente que cruza una lago artificial para llegar a las escalinatas que conducen a la coronación del parque, una plaza con una columna hecha por cuerpos que la sostienen.

Finalmente recorrimos el centro medieval, el centro Nobel de la paz, y el fuerte de la ciudad antigua, para encontrarnos con Michael en un bar de jazz. Escuchamos algunos temas en el show gratuito y luego nos fuimos a su casa a tomar unas cervezas, ya que si lo hubiésemos hecho allí, tendríamos que haber desembolsado unos 70 pesos por cerveza. Terminamos la noche charlando y mirando Mr. Bean en una tele de 50″.

Al día siguiente nos quedaban pocas horas que la utilizaríamos para preparar nuestro equipaje e ir para el aeropuerto, esta vez, con destino a Estocolmo.

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