Con campamento base hacemos una escpada a la ciudad más linda del mundo

La bandera flamea en el día de la revolución de mayo

Habíamos vuelto del país vecino de Uruguay con un objetivo sedentario, conseguir un departamento para establecernos al menos por un tiempo. Después de varias idas y vueltas lo conseguimos y en menos de lo que habíamos pensado después de 15 meses teníamos una casa para nosotros. En menos estuvo lista para nosotros y a la espera de couchsurfers que quieran quedarse algunos días en ella. Ya que estamos quietos y con un trabajo de 9 a 18, si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma, couch surfing es una buena forma de seguir en el ambiente de viaje, mientras estamos quietos. Pero, estamos realmente quietos? La última entrada del blog escrita el 19 de marzo describe el viaje que culminó el 24 de febrero. Que hicimos en estos 5 meses? Menos de lo que esperábamos, pero que no deja de ser bastante. Aquí el relato del primeo de los viajes en esta vida con campamento base.

La costanera por la noche

Aprovechando el fin de semana largo de 25 de mayo nos hicimos una escapada a Mar del Plata. Afortunadamente hay varios fines de semana largos, sólo septiembre no tiene y hay varios meses que tiene más de uno, con lo cual todo invita a salir a las rutas. Lamentablemente el primero de mayo nos tuvimos que quedar en casa ya que me lastimé la rodilla jugando al fútbol, todavía sigue en tratamiento con la esperanza de escapar a la cirugía y de estar en buenas condiciones para el verano poder salir con la mochila nuevamente. Pero volvamos al viaje. El jueves 24 de mayo salimos rumbo a, según mi punto de vista exagerado, la ciudad más linda del mundo. Uso esta expresión para intentar reivindicar la mala fama de esta ciudad costera tan hermosa que tenemos. Y nótese que hablo de ciudad, no de playas blancas, ni agua transparente y cálida. Creo que si a una persona no le gusta Mar del Plata, es porque no fue en el momento o al lugar indicado. Un mediodía soleado de primavera u otoño caminando o paseando con el auto en la costanera es unos de mis momentos favoritos.

 
Los acántilados, que estará pasando del otro lado del oceáno?

Expresado mi agrado por esta hermosa ciudad y teniendo en cuenta que no la visitábamos hacía más de 18 meses, teníamos muchas ganas de visitarla. En sí los paseos por esta ciudad no tienen mucho para ser relatados. Dado que es nuestro segundo hogar y que lo conocemos bastante, las salidas fueron a restaurantes o a tomar mates intentando procurar una linda vista del mar, refugiados en nuestro auto de los fuertes vientos de los acantilados  mirábamos como el mar se fundía con el cielo haciéndose uno en el horizonte, imaginando que había más allá, recordando las olas de ese mismo océano que alguna vez nos mojaron en la costa de algún pueblito de Portugal. Aprovechamos la poca gente que había visitado la ciudad para comer una rica y abundante pizza en el famoso Manolo de la costanera, tomamos alguna cerveza en Antares y nos dimos una vuelta por el casino y vimos  como la gente perdía su dinero, casi en un gesto de solidaridad con aquellos que perdían miles de pesos en una vuelta de ruleta, apostamos y perdimos 10 pesos en una máquina tragamonedas. Hubo también un intento fallido de visitar la cercana ciudad de Necochea pero que abortamos a los pocos kilómetros dado que no me sentía bien y no estaba en condiciones de manejar. Terminamos nuestro viaje el domingo a la tarde despidiéndonos de la ciudad tomando un infaltable helado de Giannelli en la avenida constitución. Finalmente paramos en Chascomús a comprar las tradicionales medialunas de Atalaya.

 
Llegamos a casa. Habíamos calmado un poco nuestras ansias de viaje y podíamos volver a nuestra nueva rutina sabiendo que cada tanto podemos volver a las rutas.
 
 
Marcar el enlace permanente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *