Un roadtrip por la costa este de Australia – 2000Km de Cairns a Brisbane

Una de las cosas que más me gusta hacer cuando viajamos, es armar diferentes viajecitos dentro del viaje grande. La agrupación puede ser de lo más variada, y a veces, hasta sin sentido. Lo que importa es que el viaje se vaya renovando a sí mismo. Pequeños ciclos que empiezan y terminan para darle una dinámica tan ágil y cambiante como sea posible. En estas tres semanas de viaje que habríamos de dedicar a Fiji y Australia, habían quedado divididas de la siguiente forma: 1 semana en el resort en fiji, 1 semana de lujo en Melbourne y Sydney y finalmente unos 10 días para un viaje en auto de 2.000 Km en el que uniríamos Cairns con Brisbane.

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Viajar en auto es algo que amo y me disgusta a la vez. Me encanta la versatibilidad de moverte parando y yendo a donde uno tiene ganas, aunque muchas veces esa libertad es más bien ficticia (o quizás un falacia impulsada por las automotrices) ya que terminamos yendo a dónde nos indica el GPS o paramos sólo cuando algo nos llama la atención en la ruta, perdiéndonos esos montones de atractivos ocultos, tal vez, por un árbol frondoso. Pienso, que esa libertad para moverse parando done uno quiere combinado a la vez con la magia de lo imprevisto y la sabiduría de un local, sólo puede conseguirse en un viaje a dedo, aunque eso lo dejaremos para otro post. Amo viajar en auto y manejar, aunque sea un fanático socialista de los trenes y considere que las rutas son un error generado por sociedades egoistas incapaces de un bienestar general. Conectar mi celular al estéreo último modelo de un auto alquilado, es algo que también disfruto, aunque me obligue a conducir con un cuidado exagerado por miedo a cualquier multa proveniente de alguna regla que desconozca o al más mínimo daño que la franquicia de 3000 dólares del seguro del auto me obligue a pagar. Sin embargo, el hecho de moverme en la ruta atrás de un volante es algo que me da tanto placer como hacer autostop en cualquier banquina sin saber lo que nos depara el futuro.

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Comenzamos nuestro roadtrip, en la ciudad de Cairns. Luego de algunos inconvenientes con la agencia de autos y una empleada muy maleducada conseguimos que nos dieran el auto que habíamos reservado. A unos 100 km de Cairns (casi a la vuelta para Australia) se encuentra Port Douglas, una de las playas más bonitas de la zona. Así que hacia allí fuimos parando casi cada 10 km a sacar fotos en los paisajes más espectaculares que habíamos visto hasta el momento. Acantilados saltaban de una frondosa selva a blancas playas bañadas por aguas sumamente cristalinas. El calor era sofocante, pero eso no era el mayor problema. Las temperaturas elevadas, atraen a las aguas vivas (jellyfish), que, como todo en Australia, pueden llegar a ser mortales. Estábamos al tanto de esto por lo que esperábamos encontrar alguna playa con redes que filtran el paso de estos simpáticos animales. A su vez, las costas australianas, además de por los surfers y las australianas (no hay más que agregar), son conocidas por los tiburones. La guardia costera, patrulla con helicópteros e informa del peligro a los guardavidas para que evacuen la playa en caso de ser necesario. Otro riesgo que estaba mitigado pero que nos ponía en alerta. Al llegar a la hermosa playa e intentar bañarnos para soportar la temperatura que excedía los 40°C nuestra sorpresa no fue poca, al enterarnos que además de las aguas vivas y los tiburones, estas playas eran las únicas del mundo en poseer cocodrilos. Ustedes (al igual que nosotros) estarán pensando, que los cocodrilos habitan en aguas dulces, lo cual es cierto, pero dada la cantidad de arroyos de la zona el agua de mar es lo suficientemente “dulce” como para que los cocodrilos habiten en ella. Como si fuera poco enero es la temporada en que más pueden encontrarse ya que es la época del año donde las crías van por primera vez al mar para acostumbrarse a la salinidad del agua. Resumiendo, aguas vivas, tiburones y cocodrilos, hacían de la playa un hermoso lugar para sacar fotos desde el auto (o desde la arena sin acercarse mucho al agua). Sacamos las fotos y nos volvimos al hotel, parando en otra playa en un punto medio, donde las redes que formaban un cuadrado de 50 metros de lados nos protegían de los peligros. Finalmente, no sin algo de miedo, pudimos disfrutar del mar. Luego, seguimos caminos y vimos por primera vez canguros. Pero no de la forma que esperámos, ya que los mismos se encontraban en granjas, creciendo y aumentando su peso, para luego ser consumidos, de la misma forma que nosotros trataríamos a vacas o cerdos.

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El segundo día en Cairns lo usamos para la segunda cosa que queríamos hacer en Australia. La primera había sido recibir el año nuevo en Sydney y ahora queríamos ver la gran barrera de coral. Luego de hacer eso nuestro viaje bien podría finalizar, ya que todo lo demás sería lujo. Pensamos que al ser temporada de aguas vivas conseguiríamos facilmente un lugar en cualquier barco para hacer la excursión. Sin embargo por los feriados del año nuevo, casi nos quedamos sin hacerla.

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Arrancamos temprano a la mañana y luego de más de una hora de navegación por un mar increiblemente celeste llegamos a unas plataformas en el medio del oceáno. Donde hicimos base, nos pusimos nuestros trajes para evitar las picaduras de las aguas vivas y comenzamos a nadar. La barrera de coral puede ser vista desde el espacio dado su enorme tamaño. De todos modos, con el cuadrado de 200 metros de lado que teníamos para nadar era más que suficiente para explorar. Peces de todos los colores se nos acercaban, algunos curiosos otros acostumbrados a la rutina de ser visitados. Los corales de las más diversas formas nos esperaban como si fueran plantas petrificadas en el fondo del mar.

Nadamos durante horas sin dejar de sorprendernos. Ostras vivas de casi un metro de tamaño se abrían y cerraban a nuestro pasar. Sacamos fotos e hicimos videos, pero lamentablemente tanta belleza no puede ser capturada. Queda allí para ser descubierta personalmente, motivando a las personas a que hablen de ella, con palabras que se escapan o, tal vez, que no existen para describirla. Sólo en la memoria queda guardada, para que dentro de muchos años al cerrar los ojos intente recordarla, aunque mi esfuerzo no sea suficiente para volver a ver nitidamente esos colores y formas de un mundo al que no pertenecemos, quizás mi esfuerzo sirva para recordar la fascinación que sentí al verla por primera vez.

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Finalmente al tercer día en Cairns emprendimos camino al sur. Rumbo a Airlie Beach, hicimos una pequeña parada en Mision Beach, playa digna de postales. Seguimos nuestro recorrido de más de 700 km, en un viaje que llevo muchas horas ya que la velocidad máxima era de 100 km/h. A diferencia de lo que había esperado, la ruta pasa cerca de la playa, pero no puede verse el mar. Por lo que el camino se tornó un tanto aburrido y cansador y lo único que hacía el viaje más ameno era la imposible tarea de intentar ver un canguro o un coala.

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Airlie beach es una ciudad muy turística, casi un gheto mochilero que me recordó mucho al sudeste asiático. La playa que posee si bien es muy bonita no es apta para nadar debido a las aguas vivas, pero es la base para salir hacia White Sunday. Unas islas que poseen playas sumamente blancas, pero que no pudimos visitar por la cantidad de turistas que habia. Dedicamos nuestros días a disfrutar de la inmensa piscina pública que se encontraba a metros de nuestro hotel que recordaban más al mar que a una pileta.

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Hicimos dos paradas más antes de llegar a Brisbane. La primera en Emu Park y la segunda en Harveys Bay. Si bien sólo paramos para no hacer viajes tan largos, pudimos disfrutar algunos días más de playa y de tranquilidad antes de llegar a la gran ciudad.

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Llegamos finalmente a Brisbane, donde nos alojamos en la universidad. Por error habían publicado como alojamiento las residencias estudiantiles aunque la oferta fue sacada rápidamente de la web por lo que éramos los únicos en el establecimiento. Estando ahí por dos noches revivió mis deseos de haber vivido en un lugar así durante mis años de estudio.

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Nuestros días en Brisbane los utilizamos para recorrer su hermoso centro, haciendo el típico city tour, pero con nuestro auto, para visitar una reserva de koalas y canguros, y para hacer una escapada a la Gold Coast. Luego de haber estado más de dos semanas en Australia y de no haber visto ni canguros ni coalas en la vida salvaje nos sentíamos un tanto decepcionados. Al visitar la reserva nos dimos cuenta que era casi imposible divisar koalas desde nuestro auto, ya que estos ositos, practicamente no se mueven, duermen 20 horas al día y se mimetizan muy bien con el árbol en el cual habitan y comen. Luego de haber visto estos simpatiquísimos animales ya estábamos felices por lo que fuimos a recorrer el parque, donde finalmente vimos canguros salvajes. A pesar de las indicaciones que marcaban lo contrario, mucha gente los alimentaba y los intentaban tocar, nosotros nos conformamos con verlos y sacarles muchas, muchísimas, fotos. Hasta tuvimos la suerte de ver a canguritos dentro del marsupio.

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Finalmente, casi en un viaje relámpago, manejamos hasta la Gold Coast, para despedirnos del mar y de Australia. La arena hacía honor a su nombre, y parecía brillar, pero lo que más nos llamó la atención fue su consistencia y su pequeñísimo tamaño que hacía que al caminar nuestros pies hicieran un sonido muy gracioso a cada paso que dábamos. Nos dimos nuestro útimo chapuzón en el mar de coral y nos volvimos al hotel. Al día siguiente tomaríamos el avión hacia nuestro nuevo hogar, Auckland.

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